Un testamento muy neoliberal
“Antes de morirme otra ve’
Antes de morirme volver a nacer
Antes de morirme mátame
Antes yo me quiero y mil veces
Y a ti también y a ti también
Antes de irte espérame
Antes de cómo era yo
Yo no quiero hacer lo correcto
Pa’ esa mierda ya no tengo tiempo
No vas a escuchar un lamento,
Pa’ esa puta mierda ya no tengo tiempo
Antes de morir quiero el cielo
El ciento por ciento
Antes de morir quiero el cielo
El ciento por ciento, por cierto”
C. TANGANA/ROSALÍA
Testamento:
Del lat. testamentum.
1. m. Declaración que de su última voluntad hace alguien, disponiendo de bienes y de asuntos que le atañen para después de su muerte.
2. m. Documento donde consta en forma legal la voluntad del testador.
3. m. Obra en que un autor, en el último período de su actividad, deja expresados los puntos de vista fundamentales de su pensamiento o las principales características de su arte, en forma que él o la posteridad consideran definitiva.
4. m. coloq. Serie de resoluciones que por interés personal dicta una autoridad cuando va a cesar en sus funciones.
RAE
Estaría fenomenal que López Obrador utilizara su achuchón cardiaco para dejar la división olvidada. Para ponerse a trabajar y lograr terminar con el desabasto de medicinas, entre otras prioridades que enfrenta el país. Para, antes de morirse, capitalizar su NO-muerte para unir a un país. Pero no, juega a hacerse la víctima. Y es que aprovecharse políticamente de los crédulos es, después de todo, la especialidad de la casa.
Así, a toda la expectativa en torno a la salud de López Obrador generada por la forma tan poco creíble —sin doctores de por medio— en que se presentó la información el viernes sobre su hospitalización, le siguió un video sabatino en Palacio Nacional. ¡Albricias!
Me he convencido de que el gobierno dejó correr los rumores intencionalmente. Todo se concretó con el mencionado video en que “el monarca” habló de su testamento político. Este, dirigido tanto para quienes lo quieren y sintieron feo ante la posibilidad de su muerte (no se enojen conmigo, fue AMLO quien planteó tal escenario), como para los que entienden la importancia de guardar las formas por lo que al Estado mexicano se refiere.
Después de su cateterismo, López Obrador dijo que tiene un “testamento político para garantizar la gobernabilidad en caso de morir en el cargo”. Olvida o desconoce que la Constitución tiene un mandato claro, en aras de asegurar la gobernabilidad, en caso de que falte el Ejecutivo de la nación. Ello al grado que lo determina hasta en el tiempo en que esto puede ocurrir.
El artículo 84 constitucional expresa que si el Ejecutivo federal fallece después de los dos primeros años (que sería el caso de Andrés Manuel), el Congreso designaría al presidente substituto, el cual debería concluir el sexenio. Si el presidente muere hoy, el secretario de Gobernación tomaría el poder provisionalmente, mientras el Congreso de la Unión nombra a un presidente interino en un plazo no mayor a 70 días. Todo un reto, pues.
Y sobre su gabinete todos —ustedes, ellos— podrían estar tranquilos, pues mientras el secretario de Gobernación fuese presidente sustituto, no podría cambiar a ningún titular salvo autorización expresa del propio Congreso.
Recordemos lo que dijo: “Yo tengo un testamento político, no puedo gobernar un país en un proceso de transformación, no puedo actuar con irresponsabilidad, además con estos antecedentes del infarto, la hipertensión, mi trabajo que es intenso sin tener en cuenta la posibilidad de una pérdida de mi vida, ¿cómo queda el país? Tiene que garantizarse la gobernabilidad.”
El señor olvida que la gobernabilidad no la define una persona, ni siquiera él. Y que su testamento tampoco puede ser con objeto de dejar un heredero, dado que México es una república y no se trata de una monarquía hereditaria.
Si lo que quizo decir es que, en caso de muerte estando en funciones, dejaría una visión con prospectiva, del cómo deberían enfrentarse los retos, este me temo tendría dos características: la primera, no es un documento de carácter vinculatorio y, la segunda, conociendo sus “otros datos”, el testamento sería ciencia ficción.
Tal vez pensó en otro tipo de testamento. Aquel cuyo significado es “Alianza”, donde se habla de esa alianza entre Yahveh y los judíos según el Antiguo Testamento. Algo religioso, lo cual choca tratándose del presidente de un Estado laico. Además, nadie lo entendería, ya no se diga cumplir con su última voluntad….
Hay otros líderes quienes a lo largo de la historia han dejado un testamento político. Algunos consideran que Francisco I. Madero dejó uno. No es así. Se trató de un mensaje póstumo dirigido a las tropas del país. Quienes sí dejaron un testamento político fueron Lenin, Franco, Castro y Chávez. ¡Vaya!, dictadores de todos los colores. Y, bueno, ahora López Obrador…
Siguiendo con esta tendencia, al final resultó ser que el testamento político de AMLO es ceder los derechos de su imagen y su acrónimo a su familia. Esto es, si algún político o el mismo instituto político por creado —Morena— quieren lucrar política o económicamente con su figura, deberán tener el permiso o pagar a la familia del tabasqueño. ¡Prepárense los vendedores de los peluches del Peje!, pronto tendrán que pagar regalías. Listos los políticos que quieran cobijarse a la sombra de Andrés Manuel, deberán tener el VoBo (visto bueno) de su familia, sean o no esos los ideales del macuspano.
Un testamento de corte netamente neoliberal y comercial, que no fue creado pensando en sus huestes, en su partido, ni siquiera en los lopezobradoristas de corazón… Una prueba más —por lo visto no será la última— de que el presidente solo piensa en él.
Mas yo digo que el verdadero testamento lo está dejando López Obrador de forma diaria. Su testamento se mide en los miles de muertos producto de la violencia que azota el país, en las vidas cercenadas por una falsa política anti-Covid, en todas las personas que vivirán de forma deficiente por falta de medicinas.
Su testamento incluye a las próximas generaciones que van en desventaja educativa contra sus pares en otros lugares del mundo, a todos quienes perdieron su empleo o tuvieron que cerrar sus empresas estos pasados tres años.
El habernos impuesto al ejército y a este el haberle endilgado tantas tareas, desafanándose de las que en realidad debe enfrentar. ¡Testamento maldito!
Deja como testamento más de 20 mil árboles derribados, un Tren Maya que está destrozando todo a su paso; una corrupción rampante.
En síntesis: un testamento sembrado de divisiones a todos los mexicanos, de promesas fatuas, de mentiras, de contaminación. Tristemente, ese es el gran legado de Andrés Manuel, el cual signa todos los días.
Un testamento —si le preguntaran a AMLO— mucho muy… neoliberal.
Verónica Malo en Twitter: @maloguzmanvero